«Me siento triste, aburrida, de mal humor, la mínima tontería parece molestarme y no tengo ganas de hacer gran cosa… pero tampoco es que me haya pasado nada. Solo sé que no estoy bien.»
Y bien, ¿Cómo empiezas a abordar el problema si no sabes cual es?
En ocasiones tenemos la mala costumbre de acumular experiencias bajo el pretexto de que «ya se pasará» o «es solo una mala racha». Pero, ¿no es eso lo suficientemente importante?
A esto es a lo que se llama evitación. Las experiencias, emociones, pensamientos que no afrontamos o en los que no nos apetece pensar no desaparecen, sino que se acumulan en algún lugar de nuestra mente para que podamos procesarlo cuando nos sintamos preparados.
Por ejemplo, si nuestra pareja rompe con nsotrxs o si un ser querido fallece, de alguna manera es normal pasar por un periodo de negación en el que nos cuesta hacernos a la idea de que algo ha cambiado en nuestras vidas, pero aplazar deliberadamente este momento no hará que la situación cambie.
Si bien es cierto que nuestro cerebro puede bloquear algunas experiencias traumáticas para permitirnos avanzar con nuestra vida, pero no estamos hablando de eso.
Y ¿Cuál es el problema? que esas experiencias, sentimientos o emociones pueden acabar manifestándose de otra manera, como migrañas, dolor en el pecho, palpitaciones, problemas de sueño, urticaria y un sinfín más de somatizaciones. Además de esto, cuando tratas de abrir el cajón, que llevaba cerrado con llave mucho tiempo, no encuentras un solo problema, sino más bien un desastre de cosas entremezcladas cunas con otras y no puedes evitar agobiarte y pensar «pfff ¿y ahora por donde empiezo?»
Pues, por donde sea más fácil.
Es importante ir poco a poco, y no me refiero al tiempo, queremos solucionar tantas cosas que queremos solucionarlas todas YA, y eso no es posible. Se debe ir tirando del hilo para ir desmarañando el enredo de la mente, siempre respetando los ritmos y tiempos del paciente.
Con esto no puedo evitar imaginarme ese momento con las luces de Navidad que hemos pasado todos al sacarlas de la caja tras todo el año. Y la mente como las luces navideñas del árbol tienen truco: dejarlo todo bien recogido, ordenado y pensar en facilitarle la vida a tu yo del futuro.
